Sabido es que aprovechando el tirón inversor de la Expo se han remozado las riberas del río Ebro a su paso por la capital del país, un lavado de cara que ha tenido abundantes críticas por su modus operandi y, personalmente, por el acabado final, embaldosando prácticamente hasta las gravas que arrastra el río (excepto en la Playa de Los Ángeles pero, a cambio, la maquinaria ha destrozado la llanura de inundación del río convirtiéndola en una mezcla de gravas y cascotes de ladrillo hundidos en el barro por las rodadas de las retros).
Pues bien, ahora que las obras están lo suficientemente avanzadas, que no terminadas ni mucho menos (falta instalar iluminación, colocación de bancos,…), pero se puede acceder fácilmente a la zona ribereña aledaña al parking sur de la Expo (desde L’Almozara hasta el P.D. Ebro) podemos darnos cuenta de los destrozos hechos en las riberas, donde se ha acabado con la morfología de la terraza fluvial, se han colocado metros de escollera para evitar la erosión y se han talado bastantes árboles (también han plantado muchos, pero su tamaño exiguo sólo aumenta la sensación de desolación). Cierto es que esa zona era un lugar, especialmente en el tramo cercano al PD Ebro más parecido a un vertedero que otra cosa, pero ello no justifica que las obras de adecuación no hayan respetado la vegetación natural.
¿Qué me he encontrado en mi paseo vespertino? Señales del “progreso”: Árboles sin sustrato, restos de obra, talas indiscriminadas junto a un hotel, “heridas” en troncos,…
Estado de algunos árboles entre la entrada del Pabellón-Puente y el vano del Puente del Tercer Milenio.
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